Tras el fuerte ajuste presupuestario que sufrieron las Fuerzas Armadas durante la crisis, es el momento de adecuar el gasto militar a la importancia que tiene un país como España en el complejo tablero geopolítico, especialmente en el actual contexto, donde el terrorismo yihadista es la principal amenaza para la seguridad nacional. De ahí la necesidad no solo de incrementar las partidas destinadas al personal de Defensa, sino de aumentar la inversión en armamento y equipos con el fin de mejorar la operatividad del Ejército. La inyección de 1.500 millones de euros adicionales para la construcción del nuevo submarino S-80 supone una buena noticia, ya que permitirá la entrega de cuatro sumergibles a partir de 2022 para renovar la actual flota, una vez que hayan alcanzado los 40 años de servicio.

Asimismo, esta fase de inversión industrial se extenderá a otros proyectos como la fragata F-110, nuevos vehículos de combate o los aviones Eurofighter, renovando así parte del equipamiento que posee el Ejército. Es esencial que se refuerce el gasto militar, ya que la seguridad nacional es una materia prioritaria y su mantenimiento depende, en gran medida, del área de Defensa y el crucial papel que juegan las Fuerzas Armadas en la lucha contra el terrorismo islamista. España está presente, además, en numerosas misiones internacionales cuya participación requiere de una óptima operatividad y eficiencia militar. En este sentido, cabe recordar que, a diferencia de otras grandes potencias, el gasto militar apenas ronda el 1% del PIB, el tercero más bajo de la OTAN y muy lejos del objetivo del 2% que se han marcado los países aliados. Invertir en Defensa es invertir en la seguridad de los españoles.